La experiencia de Julio Aris Oller y su esposa Adelfa Navarro, los fundadores de Avícola Arizona, empezó en la década de los 40. En los años 80, ya se habían criado en la granja más de 150.000 aves. Esta empresa familiar no ha perdido su esencia con el paso de varias décadas y, a día de hoy, trabajan en ella más de 300 ayudantes para sacar adelante la producción de más de 600.000 gallinas. Con estas cifras, Arizona se convirtió en uno de los criaderos avícolas más importantes de Chile.
La granja Arizona ha crecido bastante desde sus inicios y ha atravesado barreras. Aún se conduce todo el sistema según la tradición familiar- desde la preparación de los alimentos para las aves, la recría, la postura, el envasado, la elaboración de los ovoproductos, hasta la distribución. Y todo empezó cuando, hace más de 70 años, la pareja se radicó en un terreno de 45 hectáreas ubicado en la zona de Alto El Yugo, aledaña a Quilpué, en Chile. Hoy por hoy, ya son tres generaciones de esta familia las que aportan fuerza, renovación y crean proyecciones de expansión para proseguir con la tradición de sus abuelos.
Parte de la producción – unas 35.000 gallinas aproximadamente – ha recibido la certificación del Instituto Certified Humane en la categoría libre de jaulas. Los huevos se entregan ya procesados en forma líquida para una compañía alimentaria que produce mayonesa. Gracias a este cliente, los responsables de la granja Arizona oyeron hablar por primera vez del programa de certificación.
El sello fue una de las exigencias de la compañía para que la granja Arizona fuera suministradora de la materia prima que utilizan. «La certificación es importante porque les garantiza a nuestros clientes el origen del huevo de gallinas libres de jaulas, creando unos lazos fundamentales de confianza y calidad de los productos», destaca Rodrigo Aris. Además de los huevos, los envases también reciben la certificación del Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control (HACCP, por sus siglas en inglés) y de las IFS (International featured Standards), lo que le confirma al consumidor que el producto es de alta calidad.
Para el productor, las prácticas de bienestar animal suponen la garantía de que se utilizan los parámetros adecuados en la crianza de las aves, como son el control permanente de la calidad, la disponibilidad de agua y comida y la densidad que se recomienda para cada sistema de producción. Si a esto le sumamos el control de las condiciones ambientales (temperatura y humedad) y la verificación del estado de salud de los animales, estas prácticas garantizan estándares elevados de producción y, como consecuencia, la satisfacción de los clientes.
Para obtener más información, visite la página www.arizona.cl
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